Para la realización del ejercicio he escogido dos noticias relacionadas con los cultivos modificados genéticamente. Concretamente, se trata de dos informaciones aparecidas en el verano de 2019 en El País y en una web asociada a La Razón que hacen referencia a las demandas de la comunidad científica europea en contra de la ley de transgénicos, que no permite la modificación genética de plantas con CRISPR.
La semejanza entre los artículos es clara. Ambos hacen referencia al mismo hecho noticioso: la carta que al menos un centenar de institutos de investigación europeos (127 según El País, y 117 según La Razón) remiten al Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión para que se eliminen los obstáculos para la edición genética de plantas con la técnica CRISPR.
Las diferencias son notables. El hecho noticioso es el mismo, pero la fecha de publicación diferente. La Razón recoge el 25 de julio lo que bien podría ser un despacho de agencia o la mera transcripción de una nota de prensa, mientras que El País presenta una noticia, firmada además por Nuño Domínguez, más elaborada desde todos los puntos de vista bien entrado ya el mes de agosto.
Las dos noticias cumplen con los criterios periodísticos que hemos visto en el temario, y el interés público de una noticia como esta es evidente: los organismos modificados genéticamente generan posiciones encontradas en toda Europa y se revelan como uno de los temas que mayor ruido provocan ya no sólo entre la sociedad, sino también entre buena parte de la propia comunidad científica; comunidad que, en este caso concreto, es la que eleva la voz ante las instituciones supranacionales para pedir un cambio inmediato de rumbo legal.
De igual forma, los dos textos, cada uno a su manera, responden de forma clara a las preguntas clave que se exigen en cualquier información periodística. Queda claro el qué, quién, cómo, dónde y por qué de esta llamada de atención que provoca si cabe mayor curiosidad por venir de una unión de distintos centros de investigación europeos.
Las dos piezas periodísticas analizadas son claras. Si bien es cierto que la elaborada por El País está plagada de detalles y ejemplos de los que carece la publicada por la web asociada a La Razón. Esto demuestra dos formas muy diferentes de enfocar un mismo hecho noticioso. Ambos se ven obligados a realizar, en cierta medida, divulgación científica para explicar, de manera sencilla y comprensible, en qué consiste la técnica CRISPR.
El contexto es fundamental en esta noticia. Y así lo entienden ambos periódicos, con mayor éxito en la información elaborada por Nuño Domínguez. Contexto histórico, porque se nos explica que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictaminó en julio de 2018 que las plantas obtenidas mediante técnicas de mejora de precisión como CRISPR son organismos modificados genéticamente. Y porque en los textos se pone de manifiesto las implicaciones que esta decisión tiene para la agricultura, la alimentación a nivel global y la economía de los países europeos afectados. El País va un paso mas allá, y destaca las propias contradicciones de las instituciones europeas tras la decisión del TJUE, ejemplificadas en el caso Martignano y la financiación de su investigación.
El uso de las fuentes es muy desigual en las dos informaciones, y demuestra cómo cada medio ha decidido enfocar el mismo hecho noticioso: con inmediatez y sin demasiada elaboración en la web asociada a La Razón; con calma y una mayor maduración El País. Este último diario da voz a los especialistas afectados por la decisión del TJUE, a la industria e incluso a un colectivo de agricultores. La Razón se limita a un despacho de agencia o a la nota de prensa remitida.
El uso de estas diferentes fuentes permite al periodista de El País además acercarnos a las consecuencias de la imposibilidad de emplear la técnica CRISPR de una manera personal, a través de la historia del investigador Antonio Granell y su trabajo en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas.
Ninguno de los dos medios ofrece un altavoz a los críticos con los alimentos modificados genéticamente. No podríamos esperarlo de La Razón, que tampoco aporta declaraciones a favor, pero sí de El País, que se limita a señalar como minoritaria a la Confédération Paysanne de Francia, que originó el litigio que ocasionó la sentencia del TJUE, y a dejar caer que tenía el apoyo de organizaciones ecologistas como Amigos de la Tierra o Greenpeace.
Creo que ambos textos son rigurosos, y despiertan el interés de cualquier lector preocupado por las decisiones que se toman sobre los alimentos modificados genéticamente. En ningún caso creo que sean sensacionalistas o exagerados, a excepción del entrecomillado del ex comisario europeo de Salud y Seguridad Alimentaria Vytenis Andriukaitis, que utiliza El País al final del texto: “Si Europa sigue así (en referencia a la legislación sobre transgénicos) se convertirá en el museo de la agricultura primitiva”. Lo que necesitamos es más información y más debate, y lo que sobran son declaraciones rimbombantes.
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