Establecer una visión de la actual situación energética mundial y analizar su futuro pasa de forma inexorable por hablar del problema climático, que no es otra cosa que un problema energético. La mayor parte de la energía que consume el mundo sigue procediendo de los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas).
La quema de estos combustibles aumenta la concentración de dióxido de carbono (CO2) que, entre otras consecuencias, provoca el llamado efecto invernadero que causa el calentamiento global del planeta. Y más de la mitad del CO2 expulsado a la atmósfera debido a la quema de estos combustibles se ha emitido en las tres últimas décadas.
El consenso es claro: debemos dejar atrás el consumo de combustibles fósiles, que son un recurso limitado, y debemos hacerlo rápido, aunque haya quienes todavía nos dicen que el calentamiento global es una fábula. Es cierto que determinadas zonas del mundo como Europa logran reducir su consumo y su peso en el conjunto de fuentes de energía frente a un mayor empuje de las renovables, pero todavía de una forma escasa.
El uso eficiente de la energía es un hecho, y crisis como la financiera de 2008 o la sanitaria-social actual supusieron y supondrán una caída del consumo energético mundial. Pero mucho me temo que si no aprendimos nada entonces, seamos capaces de hacerlo ahora para afrontar e implementar, de una vez por todas, políticas energéticas encaminadas a la verdadera sustitución de los combustibles fósiles.
Analizar el futuro energético mundial se antoja complicado. A todo el mundo se le llena la boca diciendo que será renovable o no será. Pero los avances son escasos. Y las amenazas a la puesta en marcha de políticas energéticas que combatan el cambio climático prosperan hoy a una mayor velocidad.
Las decisiones energéticas y de inversiones que nuestros representantes políticos tomen a raíz de la actual crisis sociosanitaria marcarán nuestro futuro como planeta. Y yo no soy optimista. Las crisis que se devienen de forma cíclica se verán agravadas por los efectos del cambio climático y ya podemos observarlo en los movimientos humanos masivos de los refugiados, por ejemplo.
Es el momento, si no lo era antes ya, de replantear determinados modelos y de frenar un crecimiento desmesurado que nos ha conducido a las puertas del desastre. Y estamos en una encrucijada en la que no tenemos respuestas para todas las preguntas que nos planteamos. Y no las tenemos, entre otras cosas, porque la política y la cultura energética apenas interesan.
Una reflexión muy profunda, ¡enhorabuena!
ResponderEliminar