Larry Page y Sergey Brin se conocieron en la Universidad de Stanford en 1995. Un año después, Page, como parte de su proyecto de investigación se propone poner orden en la web, una masa de páginas enlazadas entre sí pero sin ninguna jerarquía por aquel entonces.
Page ideó un sistema para ponerlas en orden, inspirándose en el concepto de citación, usado en el mundo académico. El análisis de citaciones se usa en el sistema académico desde los años 60, para calcular la importancia o influencia de un paper. No lo hizo solo. Junto a él estuvo Brin. En todo esto se basa el algoritmo PageRank.
Ambos pusieron en marcha BackRub, un nuevo sistema para ordenar los resultados de los buscadores, y se dieron cuenta de que este buscador era ya superior al entonces líder del mercado: Altavista. Y el culpable era el algoritmo PageRank.
Todo fue muy rápido. La primera versión de Google fue lanzada en agosto de 1996, en una página web propiedad de Stanford (google.stanford.edu). Era un proyecto tan colosal que utilizaba casi la mitad del ancho de banda de la red de la universidad. Finalmente, en septiembre de 1997 registraron el dominio google.com. Fue entonces cuando empresarios e inversores, y no solo investigadores, empezaron a interesarse por Google.
Llegó el dinero y la creación de Google Inc. La historia desde entonces es ya conocida. Del garaje inicial en el que trabajaron se pasó a su actual sede de Mountain View y a sus 60.000 empleados actuales en 50 países y al desarrollo de cientos de productos que utilizan miles de millones de personas en todo el mundo, como YouTube, Android, Gmail o, por supuesto, la Búsqueda de Google.
Una búsqueda que bebe del algoritmo PageRank, un algoritmo engañosamente simple que rankea los documentos no sólo según el número de enlaces que recibe, sino según la importancia de las páginas que la enlazan, y que para ser efectivo necesita “conocer” la práctica totalidad de la web. Para lograrlo, Page y Brin convirtieron la web en una ecuación gigante.
Es un error pensar que el algoritmo PageRank es una idea original de Page y Brin, porque no lo es. Sin embargo, sí fueron ellos quienes consiguieron implementarlo y lograr una aplicación inmediata que cambió por completo el mundo.
Excite y Altavista se hundieron porque ponían por delante su capacidad de generar ingresos, incluso si esto significaba perjudicar al usuario. Google siempre puso por delante al usuario. Cuanto antes encuentre lo que busque, mejor para el usuario y para Google. Y así se convirtió en el buscador número uno.
Algo que refleja muy bien la filosofía de Google es la historia detrás de su página de inicio y su logo. Brin los creó con un software libre. Huyó de cualquier tipo de complicación porque no sabía de diseño, y aquel logo y aquella página con blanco por todas partes los diferenció de todos sus competidores. Además cargaba más rápido.
Google nunca ha invertido mucho en marketing. Sí en servidores e ingenieros. Así lograron a comienzos de la década de los 2000 mejorar la evaluación de la relevancia de cada página y la experiencia de usuario. Ni siquiera hasta entonces habían resuelto bien el tema de la publicidad en su buscador, hasta que dieron con una gallina de los huevos de oro: publicidad relevante para la búsqueda del usuario.
Esta es la parte hermosa de la historia. Porque la sombra que proyecta Google es tan inmensa como su magnitud empresarial. Su posición de dominio en el mercado, la cantidad de datos que maneja de todos nosotros y el uso que de ellos hace saltándose leyes de privacidad, su dudosa colaboración en materia de seguridad con determinadas administraciones, las acusaciones de manipulación de búsquedas, censura de páginas y hasta la evasión fiscal le han generado toneladas de polémica y muchas críticas. Y eso que su imperio no ha hecho más que comenzar.
¡Me encanta!
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