Mis momentos espaciales han sido dos. El primero, el accidente del transbordador espacial Challenger en 1986. Una tragedia que marcó la carrera espacial, retransmitida en directo y que acabó con la vida de sus siete tripulantes, entre ellos la profesora Christa McAuliffe. Y el segundo, posterior, el que hace referencia a la historia de Sergei Krikalev. El cosmonauta que viajó a la Estación Mir como soviético en 1991 y tras 313 días abandonado en el espacio regresó en 1992 como ciudadano ruso tras la disolución de la URSS.
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Explosión Challenger |
El primero de ellos fue muy impactante. La explosión del Challenger apenas unos segundos después de su despegue volvió a poner de relieve la peligrosidad de los viajes espaciales después de una relativa época feliz. Al accidente en sí y a la pérdida de vidas humanas se sumó entonces el hecho de que a bordo viajaba una profesora. Christa McAuliffe fue la mujer elegida por la NASA para poner en marcha el programa Teachers in Space, ideado por la administración Reagan para recuperar el interés del gran público por la exploración espacial.
Todo salió mal aquel martes 28 de enero de 1986. Junto a McAuliffe murieron los otros seis componentes de la tripulación. Posteriores investigaciones sobre lo ocurrido concluyeron que la NASA cometió varios errores graves. Minimizó y descuidó todo lo relativo con la seguridad de la misión. Ignoró deficiencias en el diseño del transbordador y desoyó a los ingenieros que alertaron de las bajas temperaturas el día del despegue y de sus posibles consecuencias.
El segundo de estos momentos espaciales fue el de Krikalev. Este cosmonauta soviético fue enviado a la Estación MIR en octubre de 1991, apenas dos meses antes de que Gorbachov anunciara su dimisión como presidente de la URSS y la Unión Soviética empezara a desmoronarse. La situación política y de colapso económico que se produjo después hizo que Krikalev permaneciera 313 días en el espacio sin vuelos que le llevaran de regreso a casa.
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Krikalev |
Krikalev aterrizó en Kazajistán en marzo de 1992. Las crónicas de entonces hablan de un hombre demacrado y desorientado. Lo primero que hicieron nada más sacarle fue taparle las banderas soviéticas que llevaba en su traje de cosmonauta. Voló como soviético y regresó como ruso.
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