Todo un mundo insondable el de la factura de la luz que nos envían a casa o al correo electrónico las comercializadoras. Mi trato con estas empresas siempre ha sido el mismo que con lo bancos. El nivel de confianza con ellas es el mismo que si tratara con la mismísima mafia: cero o por debajo de cero.
Parto de la base de que pocos, o muy pocos, son capaces de entender bien todos los conceptos con los que se nos grava en la dichosa factura. No me incluyo entre ellos. Y eso que durante un periodo de dos años y medio, debido a mi trabajo, no me quedó otro remedio que aprender a marchas forzadas sobre muchos y muy diferentes conceptos energéticos que ahora empiezo a recuperar de nuevo.
En casa tenemos una potencia contratada de 3,45 KW y la empresa comercializadora es EDP. Este concepto lo teníamos controlado porque la potencia la bajamos hace poco a pesar de las dificultades que el operador de la anterior compañía nos puso para realizar el cambio. Creo recordar que me decía que no era una buena opción si lo que yo quería era ahorrar en la factura, o algo así.
El precio medio del KW/h es, según la última factura, de 0,12487 euros. Y no, no tenemos tarificación por discriminación horaria. Tengo las más habitual, que es la 2.0A, que cuenta con un sólo período de facturación tanto para la potencia como para la energía, es decir, sea cual sea la franja horaria del día el precio de ambos costes no variará. El haber recordado la tarificación por discriminación horaria hace que nos replanteemos ahora un cambio para lograr un ahorro.
Durante este periodo de confinamiento, por ejemplo, se ha multiplicado el uso del lavavajillas y el de la cocina. Además, el frigorífico se abrió y cerró cientos de veces más que en un periodo normal y se llenó con más frecuencia para afrontar los periodos de encierro. De haber contado con la discriminación horaria hubiéramos podido concentrar el uso de determinados electrodomésticos en las horas valle para acometer un ahorro en la factura.
Otra circunstancia a tener en cuenta es la edad de los electrodomésticos que tenemos en casa. Muy antiguos y poco eficientes. Sobre todo, el frigorífico. Un cambio por uno más moderno y eficiente conllevaría un notable ahorro, tanto monetario como energético. Este cambio además hemos de verlo como una inversión, puesto que el ahorro que podemos lograr es de unos 100 euros anuales, y la inversión se amortizaría varios años antes de que la vida útil del electrodoméstico toque a su fin. Además, el frigorífico está cerca de una fuente de calor como es la secadora. Mal.
Otra de las cosas que siempre nos proponemos y nunca llevamos a cabo es desconectar los aparatos que siempre dejamos en standby, y que son absolutamente todos los que tenemos en la casa. Dos televisores, aparato de música e impresora. El simple gesto de desenchufarlos puede suponernos un ahorro importante de energía y de dinero. Estudios del IDAE indican que estos aparatos en standby consumen al año tanto como lo pueda hacer el horno o la secadora, por ejemplo.
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