El ejercicio que se nos pide consiste en obtener un par de ejemplos de los distintos alimentos funcionales en base a sus diferentes formas de elaboración. Atendiendo a esta estrategia para conseguir el alimento, una visita al supermercado es realmente instructiva para ponerles 'cara'.
La primera estrategia que se nombra para obtener un alimento funcional es la que hace referencia a la eliminación de algún componente que cause un efecto perjudicial al consumidor en general o a algún grupo determinado de consumidores. Los ejemplos sacados de las estanterías del supermercado más cercano a casa han sido la leche desnatada que, gracias al centrifugado, pierde una gran cantidad de grasa; y las galletas sin gluten para personas celíacas.
La segunda estrategia para elaborar un alimento funcional consiste en incrementar la concentración de un componente que ya poseía previamente el alimento convencional. Los productos escogidos han sido la leche enriquecida con Calcio y los zumos que mezclan frutas y verduras enriquecidos con vitaminas y fortificados con fibra, en este caso.
La tercera estrategia se basa en la suplementación de un alimento con un ingrediente que no poseía originariamente. El famoso Actimel y su no menos famoso Lactobacilo, y los yogures con bífidus.
La cuarta estrategia se fundamente en la sustitución de un elemento perjudicial o nocivo para la salud. En este caso, en la estantería del supermercado he encontrado la mermelada con edulcorante no calórico, y unas galletas sin azúcar.
Y la quinta y última estrategia para la elaboración de alimentos funcionales es la que hace referencia a la alteración de la biodisponibilidad de alguno de los nutrientes presentes en un alimento convencional con el fin de obtener un un efecto positivo en la salud. Dos buenos ejemplos son el Danacol y la margarina que reducen el colesterol.
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