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De cómo las nuevas tecnologías han reconfigurado las formas de comunicar ciencia



La IX Encuesta de Percepción Social de la Ciencia elaborada por la  Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT), cuyos resultados se presentaron en noviembre de 2018, no deja lugar a dudas: internet y las redes sociales son la principal fuente de información sobre ciencia para las personas de entre 15 y 44 años. El uso de las nuevas tecnologías de la comunicación conforman ya una herramienta imprescindible para todos aquellos que quieran dar a conocer sus investigaciones o divulgar ciencia, y en absolutamente necesaria si se opta a financiación competitiva.

Los medios tradicionales han perdido el monopolio como fuente principal de información frente a una herramienta como internet y las redes sociales. Esta tecnología ha democratizado tanto la elaboración, difusión y consumo de la información como de la divulgación relacionada con la ciencia. Sin embargo, esta llamada democratización viene lastrada por la brecha digital, que amenaza con aislar todavía más a determinadas bolsas de población que por diferentes motivos, bien aislamiento geográfico o problemas sociales, culturales o económicos ven todavía el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información como una quimera.

La irrupción en todos los ámbitos de nuestra vida de internet y las redes sociales ha generado indudables ventajas en el ámbito de la comunicación y divulgación científica. Su uso en espacios como el educativo redunda en una mayor facilidad para la comprensión de determinados conceptos y logra, como muestran de forma sucesiva las encuestas sobre Percepción Social de la Ciencia del FECYT, enganchar a los más jóvenes al tren de la ciencia y la curiosidad. Su popularización y democratización ha conseguido también mejorar la opinión que muchos ciudadanos tienen de ella.

No obstante, y sin negar sus enormes ventajas, las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, entre ellas las redes sociales, han provocado un ruido ensordecedor, un exceso de información en la que prolifera información basura, sesgada, falsa o pseudocientífica que hace muy difícil orientarse sin la brújula del conocimiento. Además, y tal y como sostiene Patricia Fernández de Lis, las denominadas ciencias sociales están perdiendo la guerra en la batalla fundamental, que es la que se está librando en internet, después de haber perdido ya las que libró en los campos políticos y educativos.

Ni la información ni la divulgación científica han contado nunca con una herramienta tan poderosa como internet para favorecer sus intereses. Como tampoco nunca la participación ciudadana en la ciencia ha sido tan sencilla y tan fluida. Lo que antes pertenecía a unos pocos, pertenece hoy a todos en una conversación global en la que nos veremos obligados a sobrevivir a los dictados de los algoritmos, a las campañas de noticias falsas, a las mentiras de las pseudociencias y a los intereses de las grandes compañías. 

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